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sábado, 9 de octubre de 2021

Instinto

 


Si llamas a una mujer de espaldas a ti, entonces normalmente solo gira la cabeza. Pero si llamas a un hombre en la misma situación, se dará la vuelta con todo el cuerpo.

Esto se debe a un reflejo de defensa muy antiguo de "lucha o huida", que se ha conservado en los hombres desde la Edad de Piedra, cuando los peligros acechaban en las pequeñas comunidades humanas a cada paso. Incluso si nada amenaza a un hombre, cuando se le llama, todo su cuerpo todavía se moviliza a un nivel profundo para eliminar una amenaza hipotética: se libera adrenalina, aumenta la frecuencia cardíaca y la respiración, aumenta la presión arterial, aumenta la sudoración, la conciencia se concentra en el fuente de peligro. Es cierto que la mayoría de los hombres ni siquiera sentirán estos cambios.

En las personas que han pasado la prueba de la guerra, el reflejo de "lucha o huida" está tan entrenado que incluso ante el menor peligro o un indicio de él, se inyecta norepinefrina, la llamada hormona de la rabia, en el torrente sanguíneo. Esto se debe al hecho de que a los luchadores se les enseña a reaccionar ante el miedo con ira, es decir, una reacción de "golpe". Esto lleva al hecho de que, al regresar a una vida pacífica, una persona deja de distinguir entre una amenaza real y una ficticia y comienza a reaccionar de manera más aguda a los estímulos inofensivos cotidianos, como el sonido de los fuegos artificiales y el zumbido de un avión. , que a su vez, con el tiempo, conduce a una agresividad excesiva, insomnio y depresión.

viernes, 16 de julio de 2021

Una canta inolvidable

 Rondaba con trece años,

y era un humilde pastor

guiando al monte mayor,

con un mastín, mis rebaños,

Cuando un hombre con redaños

Un almogávar guerrero

Me prometió mil dineros

si embarcaba en su tartana

a la guerra siciliana

y allí blandía mi acero.

 

Y así aprendí aquella canción...

 

Cubierto con pobre cuero

Y con un coltell armado

De avanzadilla mandado

Al grito ¡Dispierta Fierro!

 

Tan distinto al de un cencerro

era el ruido del metal

que servían de coral

a los gemidos de agonía

cuando el contrario moría

 

Resonando en mi tozal

Nunca olvidaré aquella canción...

 

Dispierta fierro, dispierta fierro

 

 

Me volví para mi tierra

con el combate ganado

y el soniquete grabado

de los muertos en la guerra.

 

Con mí ganado en la sierra

no la conseguí olvidar.

Fui, detrás mons Aralar

En busca de bruja artera

que supiera la manera

de aquel triste son borrar

 

No logre olvidar esa canción....

 

Y me dio la bienvenida

aquella vieja hechicera

Con advertencia severa

para sanar las heridas

que desata la pasión

Y del saber amuleto

Pero no tengo el secreto

que haga olvidar la canción...

 

Nunca olvidaras nuestra canción

 

 

 

Dispierta fierro, dispierta fierro




jueves, 3 de junio de 2021

El almogávar del mar

 Un guerrero en el campo de batalla no tiene tiempo para construir teorías. Debe concentrar todo su espíritu en lo que hace y dedicarse a su propia muerte.

 Masutatsu Oyama.


lunes, 31 de mayo de 2021

Mujeres almogávares

Aunque el principal cometido de la mujer almogávar no era luchar, conocían bien el uso de las armas. Eran ellas quienes defendían a la familia, que quedaba desprotegida en el monte cuando los varones iban de expedición. Muntaner cuenta que, establecida la capital almogávar en Galípoli, poco después del asesinato de Roger de Flor, la compañía almogávar partió a exterminar la tribu alana liderada por el asesino material de su líder. Muntaner quedó como gobernador de la ciudad, pero como todos los hombres querían participar en la venganza, poco más de cien permanecieron defendiéndola. Conociendo este hecho, y que los varones se encontraban a doce días de distancia, veinticinco galeras genovesas y bizantinas desembarcaron para tomar Galípoli, y Muntaner se aprestó a la defensa con los cien hombres y dos mil mujeres almogávares. Cuenta el cronista sobre ellas: «Nuestras mujeres luchaban con tanta energía que parecía imposible. Mujer había que con cinco heridas seguía defendiendo la ciudad como si nada le hubiera ocurrido». Ni que decir tiene que los asaltantes fueron derrotados; su líder, muerto, y tuvieron que embarcar después de dejar seiscientos cadáveres al pie de las murallas.

Jorge Molist LA REINA SOLA




lunes, 17 de mayo de 2021

La campana de Huesca

 El título XXII de la II partida, que en su epígrafe se propuso hablar de los almogávares, aunque después en el cuerpo de él no vuelve a nombrarlos, define cumplidamente así la traza de sus personas como su natural feroz y calidades. Por la lectura de estas leyes, de cuyo tenor se desprende que en Castilla se trocaba a veces la voz peón con la de almogávar, como se confunde con frecuencia el género con la especie si se habla sin gran distinción en otras materias, y los recuerdos que se encuentran en Muntaner, Desclot, Bagaz, Zurita y otros historiadores, se representa a la imaginación el tipo de aquellos soldados terribles. De estatura aventajada, alcanzando grandes fuerzas, bien conformado de miembros, sin más carnes que las convenientes para trabar y dar juego a aquella máquina colosal, y por lo mismo ágil y ligero por extremo, curtido a todo trabajo y fatiga, rápido en la marcha, firme en la pelea, despreciador de la vida propia, y así señor despiadado de las ajenas, confiado en su esfuerzo personal y en su valor, y por lo mismo queriendo combatir al enemigo de cerca y brazo a brazo para satisfacer más fácilmente su venganza, complaciéndose en herir y matar, el soldado almogávar ofrece a la mente un tipo de ferocidad guerrera que hace olvidar la idea del falangista griego y del legionario romano. Su gesto feroz parecía más horrible con el cabello copioso y revuelto que oscurecía sus sienes; los músculos desiguales y túrgidos se 7 enroscaban por aquellos brazos y pechos como si las sierpes de Laocoonte hubieran querido venir a dar más poder y ferocidad a aquellos atletas despiadados. Su traje era la horrible mezcla de la rusticidad goda y de la dureza de los siglos medios; abarcas envolvían sus pies, y pieles de las fieras matadas en el bosque le servían de antiparas en las piernas; una red de hierro, cubriéndole la cabeza y bajándole en forma de sayo, como las antiguas capellinas, le prestaba la defensa que a la demás tropa ofrecían el casco, la coraza y las grevas; el escudo y la adarga jamás la usaron, como si en su ímpetu sangriento buscasen más la herida y muerte del enemigo que la defensa propia: no llevaban más armas que la espada, que, o bajaba del hombro de una rústica correa, o se ajustaba al talle con un ancho talabarte y un chuzo pequeño a manera del que después usaron los alféreces de nuestra infantería en los tercios del siglo XVI: la mayor parte llevaba en la mano dos o tres dardos arrojadizos a azconas, que por la descripción que de ellos se hace, se recuerda al punto el terrible pillum de los romanos; ni los desembrazaban y arrojaban con menos acierto ni menos pujanza; bardas, escudos y armaduras, todo lo traspasaban hasta salir la punta por la parte opuesta. En el zurrón o esquero que llevaban a la espalda ponían el pan, único menester que llevaban en sus expediciones, pues el campo les prestaba hierbas y agua si no llegaban al término de ellas, o en las ciudades y reales enemigos encontraban después largamente todo género de manjares. La crónica manuscrita de Corbera, ocupándose del soldado almogávar, dice, entre otras cosas, que su vestido en invierno y verano era de una camisa corta, una ropilla de pieles y unas calzas y antiparas de cuero, abarcas en los pies y un zurrón, en que llevaban algún pan para su sustento cuando entraban por tierra de enemigos, que moraban más en las soledades y desiertos que en lo poblado; que comían hierbas del campo, dormían en el suelo, padecían grandes incomodidades y miserias; estaban curtidos de los trabajos; tenían increíble ligereza y gallardía; hacían continua guerra a los moros; se enriquecían con los robos y cautivos, y tal era su profesión y sus servicios. Todavía puede añadirse que para tales soldados nada era imposible o dificultoso. El río más caudaloso lo pasaban a nado; ni el rigor de la escarcha o el hielo, ni el ardor del sol más riguroso, hacían mella en sus cuerpos endurecidos; la jornada más dilatada y áspera era obra de pocas horas para ellos, y destrísimos en la lid, cautos cuando convenía, silenciosos a veces para ser más horribles en su alarido, llegado el caso, excesivos en sus saltos, muy ágiles en sus movimientos, y, por consiguiente, certísimos en los saltos e interpresas, al grito de ¡Hierro, hierro, despiértate!, azotando el hierro contra el hierro, o contra el suelo, toda misericordia estaba ya por demás. Tal fue la milicia de los almogávares, y tales los soldados que apareciendo en Italia para defender los derechos de la casa de Aragón a la corona de las Dos Sicilias, llenaron primero de extrañeza y luego de espanto a todas aquellas comarcas y a los capitanes y tropas que allí combatían.



sábado, 1 de mayo de 2021

oficio incomprendido

 

 La guerra es madre de la diligencia y madrastra de la ociosidad.

La guerra hace los ladrones y la paz los ahorca por casualidad.

En tiempo de campaña, el que apaña, apaña.

y en tiempo de guerrilla, quien pilla, pilla.

Porque cuando actúa el guerrero

 poco valen pluma y tintero.

    .


lunes, 19 de abril de 2021

En la Guerra y en el Amor

Farto de peleyas d’otri, cuan a luita se remata atro campo de batalla más difizil a yo aguarda. Si, muller, a la fin torno ta casa pos tu yes a mía unica patria

sábado, 3 de abril de 2021

La Tronada, (LA RONDA DE BOLTAÑA)







Como el Moncayo sople verás un bajel navegar;

surcando la tronada, su rumbo buscar.

Bajel de nubes negras, bajel almogávar

¡déjame ir contigo por el ancho mar!.


Ancho mar de sueños que juntos soñamos tú y yo

-romper siento sus olas en mi corazón-.

Pon rumbo a Neopatria, o lee en mis labios:

la patria que sueñas se llama Aragón.


Tienes nombre de río, pequeña nación

agua del Pirineo que al mar no llegó.

Encontraste tu lugar , una tierra a la que amar

y has llegado a olvidarte del mar.


Somos un pueblo de agua en un seco país;

abrazados a un río queremos vivir.

No veremos nunca el mar como no echemos a andar

""¡Desperta, Ferro !"", ¡Que te oigan tronar!

sábado, 20 de marzo de 2021

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?

 


¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?

¿Qué interés se te sigue, almogávar mío,

que a mi puerta cubierto de rocío

pasas las noches del invierno escuras?

 

¡Cuántas veces el Ángel me decía:

«Alma, asómate agora a la ventana,

verás con cuánto amor llamar porfía»!

 

¡Y cuántas, hermosura soberana,

«Mañana le abriremos», respondía,

para lo mismo responder mañana!


sábado, 30 de enero de 2021

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