¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, mercenario mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno escuras?
¡Cuántas veces el Ángel de la muete me decía:
«Almogávar, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía»!
¡Y cuántas, hermosura soberana,
«Mañana le abriremos», respondía,
para lo mismo responder mañana!
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