Cinco años que partió mi señor Don Diego.
Pasó el
tiempo y terminó aquel plazo.
Que hubo
batallas y sangre, no niego.
Y a la
tentación de la muerte negó su abrazo.
Ahora
toca retornar a la que es su villa.
Rencontrar
el final de aquella promesa.
Volver al
toro, a la estrella que brilla,
y
desposar a la dama de su corazón guardesa.
Romance
anónimo de finales del XIX
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